La Presencia de Dios
Mi alma anhela tu Presencia, Señor.
Cuando te incorporo en mis pensamientos,
encuentro la paz y el bienestar.
Mi alma anhela tu Presencia, Señor.
Cuando te incorporo en mis pensamientos,
encuentro la paz y el bienestar.
"En estos dias, Dios me enseñó como un maestro de escuela a su pupilo" (San Ignacio).
Me recuerdo que hay mucho que Dios desea aun enseñarme, y pido la gracia de escucharlo y de aprender.
Existo en una red de relaciones con mi entorno, con la naturaleza, con mis hermanos, con Dios...
Algunos tejidos de la red están rotos, otros torcidos...
Pido la gracia de la aceptación ... y del perdón ...
Se le acercó un leproso y arrodillándose le suplicó: “Si quieres, puedes sanarme”. Él se compadeció, extendió la mano, lo tocó y le dijo: “Lo quiero, queda sano”. Al punto se le fue la lepra y quedó sano. Después le amonestó y le despidió encargándole: ”Cuidado con decírselo a nadie. Ve a presentarte al sacerdote y, para que le conste, lleva la ofrenda de tu sanación establecida por Moisés”. Pero al salir, aquel hombre se puso a pregonarlo y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba fuera, en despoblado. Y aun así, de todas partes acudían a él.
Recordando que estoy en la Presencia de Dios,
imagino al mismo Jesús, de pié o sentado a mi lado,
y le digo lo que esté en mi mente, y en mi corazón,
hablando como de un amigo a otro.
Gloria al Padre,
Gloria al Hijo,
Gloria al Espiritu Santo,
como era en el principio,
es ahora, y siempre será,
por los siglos de los siglos
Amen
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