La Presencia de Dios
Hago una pausa y reflexiono sobre la presencia vivificadora de Dios en todo mi cuerpo, en todo mi entorno, en la totalidad de mi vida.
Hago una pausa y reflexiono sobre la presencia vivificadora de Dios en todo mi cuerpo, en todo mi entorno, en la totalidad de mi vida.
“Soy libre”
Cuando leo estas palabras escritas
Me producen un sentimiento de asombro.
Sí, una maravillosa sensación de libertad.
Gracias, Señor.
Cómo me encuentro hoy?
Cómo estoy con Dios?
Tengo algo que agradecer? Doy las gracias ...
Hay algo que lamento? Pido perdón ...
Mientras caminaba, vio a un hombre ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: 'Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?' Jesús respondió: 'Ni este hombre pecó ni sus padres; nació ciego para que las obras de Dios se revelaran en él. Debemos hacer las obras del que me envió mientras es de día; se acerca la noche cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo." Dicho esto, escupió en tierra e hizo barro con la saliva y untó el barro en los ojos del hombre, diciéndole: "Vete. , lavarse en el estanque de Siloam' (que significa Enviado). Entonces fue y se lavó y volvió pudiendo ver. Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigo comenzaron a preguntar: "¿No es este el hombre que se sentaba a pedir limosna?". Unos decían: "Es él". Otros decían: "No, pero es alguien como él'. Él seguía diciendo: 'Yo soy el hombre'. Pero ellos seguían preguntándole: '¿Entonces cómo se te abrieron los ojos?' Él respondió: 'El hombre llamado Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y dijo a mí: "Ve a Siloé y lávate". Entonces fui y me lavé y recobré la vista.' Ellos le dijeron: '¿Dónde está?' Él dijo: 'No sé'.
Trajeron ante los fariseos al hombre que antes había sido ciego. Ahora bien, era un día de reposo cuando Jesús hizo el barro y abrió los ojos. Entonces los fariseos también comenzaron a preguntarle cómo había recibido la vista. Él les dijo: 'Me puso lodo en los ojos. Luego me lavé, y ahora veo." Algunos de los fariseos decían: "Este hombre no es de Dios, porque no guarda el día de reposo." Pero otros decían: "¿Cómo puede un hombre que es pecador hacer tales señales? ' Y se dividieron. Entonces le dijeron de nuevo al ciego: '¿Qué dices de él? Fueron tus ojos los que abrió.’ Él dijo: ‘Él es un profeta’.
Los judíos no creían que había sido ciego y había recibido la vista hasta que llamaron a los padres del hombre que había recibido la vista y les preguntaron: '¿Es este vuestro hijo, que decís que nació ciego? Entonces, ¿cómo es que ahora ve? Sus padres respondieron: Sabemos que este es nuestro hijo, y que nació ciego; pero no sabemos cómo es que ahora ve, ni sabemos quién le abrió los ojos. Preguntarle; el es mayor de edad Él hablará por sí mismo. Sus padres dijeron esto porque tenían miedo de los judíos; porque los judíos ya habían acordado que cualquiera que confesara que Jesús era el Mesías sería expulsado de la sinagoga. Por eso dijeron sus padres: Edad tiene; preguntarle.'
Entonces llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego, y le dijeron: ¡Dale gloria a Dios! Sabemos que este hombre es un pecador. Él respondió: “No sé si es un pecador. Una cosa sí sé, que siendo ciego, ahora veo. Le dijeron: ¿Qué te ha hecho? ¿Cómo os abrió los ojos? Él les respondió: Ya os lo he dicho, y no quisisteis escuchar. ¿Por qué quieres volver a escucharlo? ¿Queréis vosotros también llegar a ser sus discípulos?’ Entonces lo injuriaron, diciendo: ‘Tú eres su discípulo, pero nosotros somos discípulos de Moisés. Sabemos que Dios ha hablado a Moisés, pero en cuanto a este hombre, no sabemos de dónde viene. El hombre respondió: ¡Aquí hay algo asombroso! No sabes de dónde viene y, sin embargo, me abrió los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí escucha a quien lo adora y obedece su voluntad. Nunca desde que comenzó el mundo se ha oído que alguien abrió los ojos de una persona ciega de nacimiento. Si este hombre no fuera de Dios, no podría hacer nada.' Ellos le respondieron: 'Tú naciste completamente en pecados, ¿y nos estás tratando de enseñar?' Y lo echaron.
Jesús escuchó que lo habían expulsado, y cuando lo encontró, dijo: "¿Crees en el Hijo del Hombre?" Él respondió: "¿Y quién es, señor? Dime, para que crea en él. Jesús le dijo: Tú lo has visto, y el que habla contigo es él. Él dijo: Señor, creo. Y lo adoró. Jesús dijo: 'Yo vine a este mundo para juicio, para que los que no ven, vean, y los que ven, se vuelvan ciegos.' Algunos de los fariseos que estaban cerca de él oyeron esto y le dijeron: 'Ciertamente no somos ciegos. , ¿somos nosotros?" Jesús les dijo: "Si fuerais ciegos, no tendríais pecado. Pero ahora que dices: “Vemos”, tu pecado permanece.
Siento que reacciono en alguna forma al orar con la Palabra de Dios? Me siento desafiada(o), confortada(o), enojada(o)?
Imagino a Jesús sentado o de pie, a mi lado; le hablo sobre mis sentimientos, como al mejor de los amigos.
Gloria al Padre,
Gloria al Hijo,
Gloria al Espiritu Santo,
como era en el principio,
es ahora, y siempre será,
por los siglos de los siglos
Amen
Si apreciaste esta Oración Diaria, y tienes alguna sugerencia o reflexión, estaremos muy contentos de conocerlas.
Si se nos pregunta sobre qué otra palabra podemos usar en vez de "Dios", la respuesta podría ser "Presencia", pues eso es lo que Dios es. Cuando Moisés le preguntó a Javé su nombre, Javé contestó "Soy el que Soy", lo que significa "Estoy Presente". Dios está diciendo "Estaré allí para ustedes". Dios está íntimamente presente en todo, y especialmente en nosotros. El nombre de Jesús es Emmanuel, que significa "Dios está con nosotros". El Evangelio de Mateo finaliza con esta maravillosa declaración: "Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia".
Siéntate en tu silla, derecho(a) pero confortable, con tu espalda apoyada en el respaldo. Deja que tu cuerpo se relaje, sin encorvarse, con tus pies apoyados en el suelo y tus manos descansando en tus muslos o unidas en tu regazo.
Cierra tus ojos, o fíjalos en un punto frente a tí. Ahora, enfoca toda tu atención en lo que puedes sentir en tu cuerpo. Puedes comenzar en tus pies y seguir hacia arriba, dejando que tu atención se detenga, por unos segundos, en cualquier parte del cuerpo; luego cambia tu atención a otra parte del cuerpo y así sucesivamente. Si puedes mantener tu atención en una parte, mejor. Tu atención es sobre lo que sientes, no sobre tus pensamientos sobre sentir. Si no estás cómodo(a), sientes picazones o deseas cambiar de postura, sólo asume la molestia; asegúrate que todo está bien, y sin moverte, continúa enfocando tu atención a las sensaciones de tu cuerpo.
Nuestra mente generalmente no nos deja en paz al hacer esto; pero comienza a entender
Este ejercicio exige concentrar toda tu atención en las sensaciones físicas de respirar hacia adentro (aspirar) y hacia afuera (espirar), sin deliberadamente cambiar el ritmo de tu respiración. Enfoca tu atención en sentir el aire frío que entra por tu nariz, y el aire tibio que sale al espirar. Al comienzo puede que mantengas la consciencia que estás respirando y eso cause que ella se torne irregular; pero esto no ocurre con frecuencia. Si así ocurre, y llegas a sentirte sin aliento, deja este ejercicio para otra oportunidad.
La mayoría de las personas encuentran que en este ejercicio su respiración cambia, el aliento se vuelve más profundo y lento, y comienzan a sentirse adormilados(as). Este es un muy buen ejercicio de relajación; si deseas usarlo para orar en forma explícita, entonces deja que el aspirar refleje todo lo que deseas en tu vida, aunque parezca imposible, y que el espirar represente la entrega a Dios de todo lo que posees, toda tu vida con tus preocupaciones, pecados, culpas y arrepentimientos.
Es importante hacer esto sin juzgarse, ya sea con aprobación o desaprobación. Mantén fija tu atención en tu deseo de entregar todas estas preocupaciones sobre tu persona, y no te aferres a ellas como si fueran un tesoro.
Siéntate en tu silla, derecho(a) pero confortable, con tu espalda apoyada en el respaldo.
Ahora fíjate en los sonidos que puedes escuchar, sonidos lejanos. Sólo escúchalos, no trates siquiera de nombrarlos...
Fíjate en sonidos más débiles, y luego sonidos cercanos. Sólo escucha, vuélvete consciente de ellos. También del sonido de las palpitaciones de tu corazón, débil pero representando el ritmo de tu vida...
Y el sonido del silencio en tu lugar de oración, el silencio en tu interior... Escúchalo por unos minutos...
Esta oración nos ayuda a colocarnos a las órdenes de Dios. San Ignacio la describe como la "Oración Preparatoria", la que ruega por la gracia que "todas mis intenciones, acciones y resultados sean dirigidos solamente para la alabanza y servicio de la Divina Majestad". (Ejercicios Espirituales, Nº 46). Podrías ensayar estas palabras:
Señor, deseo tanto prepararme bien para este momento.
Deseo que todo mi ser esté listo y atento y dispuesto para Tí.
Por favor, ayúdame a clarificar y purificar mis intenciones.
Tengo tantos deseos contradictorios.
Me preocupo de cosas que no tienen importancia, o que duran muy poco.
Sé que si te entrego mi corazón,
todo lo que yo haga será siguiendo mi nuevo corazón.En todo lo que hoy día soy, en todo lo que trataré de hacer,
en todos mis encuentros, mis reflecciones - incluso mis fracasos y frustaciones,
especialmente en estos momentos de oración,
en todo esto pueda yo colocar mi vida en tus manos.
Señor, soy todo tuya/o. Haz de mí lo que quieras. Amen.
Si es verdad que Dios actúa en cada detalle de nuestras vidas, ¿cómo comenzamos a reconocer su actuar, y nuestras reacciones?
Al final del día, especialmente antes de dormir, nuestra mente, sin un esfuerzo consciente de parte nuestra, tiende a recordar algunos de los eventos del día, en forma tan vívida, que si el día ha sido lleno de sucesos, podemos tener dificultades para dormir. Podemos encontrarnos repitiendo una discusión, o pensando cómo debíamos haber contestado bien una pregunta, y así sucesivamente.
La Revisión de Consciencia se basa en esta tendencia natural de la mente. Nos puede ayudar a ser más alertas a la Presencia de Dios y su accionar en nuestras vidas, y a preocuparnos más en darnos cuenta cuando estamos cooperando con la Gracias de Dios, y cuando la estamos rechazando.
Permite que tu mente recorra a lo largo de las últimas 24 horas, evitando enjuiciarte, ya sea con aprobaciones o desaprobaciones, y enfocándote sólo en los momentos por los cuales estás agradecido(a). Los días más difíciles incluyen buenos momentos, si sólo nos molestamos en buscarlos: puede ser el contemplar una gota de rocío, o simplemente el hecho que podamos ver..
Cuando las personas hacen este ejercicio, se sorprenden por el número y la variedad de buenos momentos del día, los cuales los habían olvidado, quizás ocultados por las experiencias dolorosas del día. Al recordar los momentos por los cuales estamos agradecidas/os, agradezcan y alaben a Dios por ellos.
Después de esta acción de gracias, el próximo paso es recordar nuestros estados de ánimo y sentimientos, buscando, si es posible, las causas de ellos; pero siempre evitando juzgarse por ellos. Permanezcan en Cristo mientras contemplan estas situaciones, y ruéguenle que les muestre las actitudes que las causan. Lo importante es evitar el análisis de nuestra experiencia, sino que contemplarla en la Presencia de Cristo, y permitirle que Él nos muestre cuando le hemos permitido estar en nosotros, y cuando lo hemos impedido. Agradézcanle por las veces que hemos dejado que su Gloria nos acompañe, y pedir su perdón por las veces que la hemos rechazado. Él nunca rechaza su perdón. Conoce nuestras debilidades mucho mejor que nosotros. Todo lo que tenemos que hacer es mostrárselas, y Él las transformará en fortalezas.
Podemos finalzar con una oración breve, que se enfoca en el día de mañana y le pide la ayuda que necesitamos al Señor.
Señor, me conoces mejor de como yo me conozco. Tu Espíritu está presente en cada momento de mi vida. Te agradezco por la Gracia y el Amor que derramas sobre mí. Gracias por tu constante y gentil invitación a que te permita entrar en mi vida. Perdóna las veces que he rechazado esa invitación, y me he cerrado para Tí. Ayúdame en este día a reconocer Tu Presencia, a poder abrirme para Tí, a dejarte actuar en mí para tu mayor Gloria. Amen.
Lee este texto lentamente, varias veces, y percibe si alguna palabra, o frase, se destaca de las demás, y quédate con ella por el tiempo que quieras, antes de seguir leyendo.
Este ejercicio es como probar un dulce. No trates de analizar la frase, tal como no se debe mascar un dulce para que dure más, o que tampoco examinarías en qué consiste el dulce antes de probarlo.
A menudo una frase atraerá la atención de nuestro subconsciente, antes de nuestra mente consciente se dé cuenta de la razón de esa atracción. Por eso es bueno quedar meditando esa frase lo más posible, sin tratar de analizarla.
Pueden aparecer muchas distracciones en mi mente; pero algunos pensamientos, lejos de ser distracciones, pueden convertirse en la sustancia de mi oración. Es como si la frase de la Escritura fuera una linterna, que ilumina la corriente de mis pensamientos, memorias, reflexiones, sueños, esperanzas, ambiciones y temores, y mi oración llega a ser una mezcla de la Palabra y de mis pensamientos y sensaciones profundas.
La primera frase de la Biblia: "Todo era confusión, y no había nada en la tierra. Las tinieblas cubrían los abismos, mientras el Espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas", describe un momento presente, no un momento del pasado, y cuando rezo de las Escrituras, estoy dejando que el Espíritu de Dios aletee sobre el caos y la oscuridad de mi ser.
Cuando permito a la Palabra de Dios sobrevolar mis preocupaciones, entonces puede pasar cualquier cosa, porque Él es el Dios de las sorpresas. Es importante que yo no esconda mi caos interior de su Palabra, o de mí misma/o. En general se nos entrena a pensar que no debemos dejar que se incorporen sentimientos negativos a nuestras oraciones, especialmente sentimientos negativos sobre Dios. Debemos aprender a superar esta reacción, y atrevernos a expresar libremente nuestros sentimientos a Dios. No tiene sentido disimular frente a Dios, quien nos conoce mejor que nos conocemos nosotras/os mismas/os.
No existe un pensamiento, sentimiento o deseo en tu interior, que no pueda convertirse en parte importante de tu oración en la luz de la Palabra de Dios, cuando sabes que Dios ama el caos que eres tú, y que su Espíritu, que trabaja en tí, puede hacer infinitamente más de lo que puedes imaginar.
Al tratar de orar como ahora, puede suceder que nuestra mente se comience a llenar con preguntas y aparentes distracciones. ¿Cómo saber que no me estoy engañando? ¿Cómo saber si estas palabras son verdades, si Dios se está realmente comunicando a través de ellas? ¿Tengo fe en Dios, en realidad? Estas son preguntas válidas; pero por el momento dejémolas de lado. Cuando un niño se asusta durante la noche, la madre va a su cama, lo toma en sus brazos y le dice: "todo está bien", y el niño se calma lentamente. Pero si ella tiene un niño prodigio en sus brazos, que le responde: "Pero, mamá, ¿qué asunciones epistemológicas y metafísicas estás haciendo en esa declaración, y qué evidencia empírica puedes presentar para defender lo que dices?", entonces esa madre tiene un serio problema en sus brazos. En nuestra oración seríamos como ese niño prodigio, si rechazáramos escuchar a Dios mientras Él no nos aclare todos nuestras dudas. Nos comunicamos con Él con nuestros corazones. El corazón también posee su mente: tiene sus razones, más profundas que las que podemos detectar con nuestras mentes conscientes.
Ahora, ¿qué puedo hacer con las otras distracciones que inundan mi mente? Puedo pensar si dejé el gas abierto, o recordar el correo electrónico que olvidé de enviar. Si es urgente, igual que el gas, lo más seguro es ir y comprobarlo. Con temas que pueden esperar, quizás anotarlos para más adelante. Cualquier otra cosa que se viene a la mente, lejos de ser una distracción, puede convertirse en la sustancia de mi oración.
Imagina que Jesús está sentado cerca de tí. Al hacerlo, pones tu imaginación al servicio de tu fe. Jesús no está aquí en la forma que te lo imaginas; pero ciertamente lo está, y tu imaginación te ayuda a darte cuenta. Ahora, háblale a Jesús .... si estás solo, habla en una voz suave ... Escucha lo que Jesús te responde, o lo que tú imaginas que dice ... Ésa es la diferencia entre pensar y orar. Cuando pensamos, casi siempre conversamos con nosotros mismos. Cuando oramos, hablamos con Dios.
Anthony de Mello SJ, Sadhana páginas 78-79
San Ignacio llama esta conversación un "coloquio", y dice:
Un coloquio se hace, en buenas palabras, en la forma como un amigo habla con otro, o un sirviente a una persona de más autoridad - solicitando un favor, confesando una mala acción, contando sobre una preocupación y pidiendo consejo sobre ella .... En los coloquios debemos conversar o rogar de acuerdo a un tema determinado; por ejemplo, sobre si me encuentro tentada/o o consolada/o, o deseando poseer una virtud u otra, o disponerme en esta u otra forma, o expresarme con mayor o menor intensidad, o experimentar pena o alegría por el tema que estoy contemplando. Y finalmente debería preguntar sobre lo que más realmente deseo en relación a situaciones particulares.
Ejercicios Espirituales nos 54, 199