• Quietud

    Prepárate para estar en la compañía de las mujeres al pie de la Cruz:
    • Las diferentes sesiones de este retiro nos han guiado por diversos caminos para volvernos más quietas/os y enfocadas/os. Tú habras obtenido de la experiencia con tu propia respiración, la facultad de detectar las diferentes sensaciones de tu cuerpo, de observar en calma la ida y venida de tus pensamientos y sentimientos. Al concentrarte en un objeto físico, has sido guiada/o hacia la quietud, y al prestar atención a los sonidos a tu alrededor, has sido capaz de descubrir el silencio que yace en tu ser profundo. Toma unos momentos para recordar alguno de estos métodos, y vé si puedes recordar el que te pareció funcionó mejor para tí.
    • Si hay una de esas técnicas que has encontrado útiles, toma otros momentos para emplearla. Si eres nueva/o en estos métodos, podrías preferir sólo sentarte en silencio, y prepararte para estar en la compañía de las mujeres al pie de la Cruz:
       
  • Escritura

    Juan 19:25-27

    Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con María, la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de Magdala. Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Después dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa. 

  • Reflexión

    ¿Has tenido la experiencia de acompañar a alguien que sufre un intenso dolor?
    • Trata de imaginar la escena. Los cuatro Evangelios nos dicen que había un pequeño grupo de mujeres que hacía vigilia bajo la Cruz, la mayoría mujeres que lo habían seguido desde Galilea. ¿Qué hacían esas mujeres? ¿Por qué estaban ahí, observando la terrible, dolorosa y lenta muerte de su amado Maestro?
    • En la película de Pasolini, “El Evangelio de San Mateo”, hay una muy conmovedora secuencia, donde varias cruces son mostradas en el lugar de la ejecución, y al pie de cada cruz aparece una figura femenina. Agrupadas con sus mantos o velos, ellas esperan ahí – la madre, hermana, esposa o amiga – esperando que su hombre muera. Sus silenciosas vigilias son un acto de lealtad. No les importa que el resto del mundo venga a burlarse de esos condenados como criminales. Sus mensajes a sus amados es simple: “Estamos aquí, aún te amamos, lo que sea que hayas hecho, estaremos a tu lado hasta el final.” ¿Cómo te sientes frente a esa dedicación?
    • Según la costumbre hebrea, era la obligación de la mujer el preparar a una persona muerta para su lugar de descanso final. Imagina lo terrible que esa carga debió haber sido. Es muy angustiante, en un hospital o un hospicio, sentarse al lado del lecho de un paciente moribundo, para asegurarse que no esté sóla/o en los momentos antes de fallecer. Pero hacerlo bajo los crueles insultos y burlas de la multitud, y compartir la vergüenza, la humillación y la desgracia de una ejecución pública – éste es una pesadumbre abrumadora. ¿Has tenido la experiencia de acompañar a alguien que sufre un intenso dolor? ¿Un ser amado, o un miembro de tu familia, quien te ha acompañado en tus momentos más difíciles? ¿Cómo te respaldaron?
    • Jesús es desvestido de su ropa y colgado desnudo en la Cruz; pero éste es un momento lleno de gentileza y bondad. Observa a María, la Madre de Nuestro Señor, mientras ella espera al pie de la Cruz. Escucha nuevamente: “al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Después dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa”. ¿Qué le va a suceder ahora?
       
  • Habla con Dios

    Reflexiona en lo que el Hijo de Dios ha hecho por tí, y dale las gracias
    • Este es otro acto de bondad de Jesús – un buen hijo, pensando en el futuro de su madre. Pero, en el contexto del total del Evangelio de Juan, este último gesto de Jesús tiene otra implicación. El último gesto de Jesús es llevar a María y Juan a ser una/o, tal como Él y su Padre son uno.
    • Jesús no le dice a su discípulo amado “Aquí esta mi madre”. Le dice: “Ahí tienes a tu madre”. Al entregar su madre como la madre de su discípulo amado, Jesús la llama a dar vida al discípulo, a llevar a Jesús a nacer en el interior de Juan, de modo que el discípulo pueda habitar en Jesús, y Jesús en él. Y en el mismo gesto, el discípulo amado es llamado a ser Jesús para su madre, porque ella tiene un sólo hijo: Jesús. Esta es una escena de amor y comunión.
    • En la tradición Franciscana, la cruz de San Damián, una cruz bizantina inspirada en el Evangelio de Juan y el crucifijo que le habló a Francisco de Asís, es muy importante. El Cristo que ahí aparece no es el brutalmente crucificado, sino que el Cristo sereno, desde cuyo costado fluye el agua y la sangre que alimentan a los fieles que están a sus pies. El relato de Juan sobre la muerte de Jesús es muy diferente al de los otros Evangelios. No destaca lo que los humanos le hicieron al Hijo de Dios, sino lo que el Hijo de Dios hizo por nosotros. Mientras esta sesión de oración se termina, quizás podrías reflexionar en lo que el Hijo de Dios ha hecho por tí en tu vida? ¿Durante este retiro? ¿Durante tu vida? Reflexiona y agradece. 
       
Inicio